El alma al ser capaz de conocer las ideas, participa de su misma naturaleza y por lo tanto es inmortal, como lo son las ideas.
La reminiscencia consiste en recordar lo que ya se había aprendido, pero se olvidó provisionalmente, el individuo encuentra en sí mismo una verdad racional, el acto que realiza no constituye una auténtica adquisición, es decir, reconstruye un anterior conocimiento, no aprende nada enteramente nuevo.
¿Es esto posible? Según Platón, sí. Es entonces cuando surge la existencia del alma inmortal. De cierta manera, la idea de la reminiscencia argumenta la inmortalidad del alma.
En el Fedón, diálogo en el que se relata la conversación que tuvo Sócrates con sus amigos el último día de su vida, se discute preferentemente el tema de la inmortalidad del alma.
Al principio Sócrates afirma dos cosas: a) que estamos en la vida colocados en un lugar por voluntad de los dioses y b) que el filósofo debe aspirar a abandonar, esta vida. Como esas dos afirmaciones le parecen contradictorias a Cebes, (el principal interlocutor en el diálogo, junto con Simmias), Sócrates comienza a demostrar que el verdadero filósofo debe afrontar la muerte con valentía y que puede esperar una vida feliz en el otro mundo.
En primer término existen los contrarios que se originan en los opuestos. La vida y la muerte son contrarios y la vida produce la muerte, se puede suponer entonces que la muerte produce la vida, en un proceso cíclico eterno.
¿Por qué el verdadero filósofo no teme la muerte? Porque ella le libera del cuerpo, que es un obstáculo para el alma en la búsqueda de la verdad. Pero, para que el filósofo, liberado del cuerpo, pueda alcanzar la verdad únicamente con su alma, es necesario que ésta sea inmortal.
Encontramos, pues, en el Fedón, una concepción del hombre en la que el dualismo alma/cuerpo es llevado al extremo, estableciendo un divorcio radical entre ambos elementos.
Ya desde la introducción se hace hincapié en el carácter de prisión que tiene el cuerpo respecto al alma, por lo que la muerte, en la medida en que significaría la liberación del cuerpo para el alma, llega a presentarse como el fin que debe perseguir el alma filosófica, y que la filosofía, en tal sentido, no es más que una preparación para la muerte.
El alma, por lo demás, es considerada como una realidad simple cuya naturaleza se identifica con la razón o intelecto; ninguna relación pues entre el alma y las pasiones o la sensibilidad, que serán cualidades de un cuerpo que debe ser controlado lo más rígidamente posible por el alma.
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